Pioneros de la Aviación Argentina

29 de mayo de 1919 


Teniente Aviador Militar Benjamín Matienzo

Benjamín Matienzo nació en la provincia de Tucumán el 9 de abril de 1891. Ingresó al Colegio Militar de la Nación el 9 de marzo de 1909 egresando con el grado de Subteniente del arma de Ingenieros el 31 de diciembre de 1910. Su promoción de egreso fue la Nº 35, entre sus camaradas hubo una importante cantidad de aviadores civiles y militares: Manuel Félix Origone (primera víctima de la aviación militar), Luis Cenobio Candelaria (primero en cruzar la cordillera en aeroplano), Oscar Lozano, Antonio Parodi, Vicente Andrada y Julio García Fernández, Gregorio Jesús Rafael Terneyro Bravo y José William Rosasco.

En 1916 in­gresó a la Escuela de Aviación Militar de Aviación. El 24 de marzo de 1917 obtuvo el título de Piloto Aviador Nº 111, el 12 de septiembre obtuvo el título de Aviador Militar Superior y el 24 de junio de 1918 el título de Aviador Militar (Boletín Mi­litar Nº 5058) como parte del 4º Curso de Aviadores de la Escuela de Aviación Militar. El 23 de mayo, a bordo del biplano Voisin 5 LA de la Es­cuela de Aviación Militar, realizó exitosamente con el Ingeniero Ed­mundo Lucius un raid entre las localidades de El Pa­lomar y San Miguel de Tucumán con escalas en Rosario, Ra­faela, La Banda Real, Sayana y Santiago del Estero.

Junto a los oficiales aviadores militares Zanni y Parodi conformó el núcleo fundacional de la aviación de caza del Ejército Argentino y proyectaron el cruce de Los Andes por Mendoza a Santiago de Chile. Para ello conformaron una escuadrilla integrada tres biplanos: el Ansaldo SVA 5 Nº 1 Sar­torelli, el Ansaldo SVA 10 Nº 1 Giovanardi y el Nieuport 28C1 N6338, cuyo cruce estaba previsto para el día 28 de mayo de 1919.

Ese día Matienzo decidió ser el primero en concretar el intento de cruce y despegó del aeródromo de Los Tamarindos falleciendo al caer con su avión entre el 28 y 29 de mayo de 1919 al intentar el cruce en vuelo de Los Andes desde Mendoza luego de precipi­tarse en la cor­dillera con el Nieu­port 28C1; su cuerpo sin vida, fue hallado el 18 de noviembre frente a la Casa de las Minas, distante a 20 km del paraje de Las Cue­vas.


Fuente: http://www.earlyaviators.com/ematienz.htm. Recuperada 29.05.17

Día del Helicopterista de la Fuerza Aérea Argentina

En el año 2018, se estableció formalmente el Día del Piloto y Tripulante de Helicópteros por Resolución Nº 947 del Jefe del Estado Mayor General de la Fuerza Aérea en conmemoración a la primera misión de búsqueda y rescate exitosa ejecutada por el Escuadrón de Helicópteros el 21 de mayo de 1982.


En la Sala Islas Malvinas del Museo L.A.M. se exhibe una reproducción de la pintura  realizada por el artista Exequiel Martinez, con técnica de ploteo. La misma fue ingresada al Museo en el año 2012 y sus medidas son de 90 cm por 67 cm.

Ésta reproducción hace referencia al día de mayo de 1982, cuando la tripulación del helicóptero Bell 212 H-85  en pleno desembarco enemigo en la zona del Estrecho de San Carlos, efectuó el primer rescate aéreo en zona de combate. 

El helicóptero Bell 212, matrícula H-85, indicativo “Tordo”, armado con cuatro ametralladoras Browning 7.62 mm, se le asignó la misión de búsqueda y rescate. Estaba tripulado por los tenientes Luis Longar y Gustavo Brea, cabos primeros Ernesto Palacios y Roberto Quiñonez. 

Encontraron el avión Pucará del mayor Tomba, el asiento eyectable y el paracaídas. Prosiguieron la búsqueda y al atardecer las bengalas lanzadas por el piloto permitieron ubicarlo. 

Regresaron de noche, guiados por el radar de artillería y aterrizaron en una zona iluminada por las linternas del personal de la Base Militar Cóndor.

Fuentes consultadas:

Fuerza Aérea Argentina 

Efemérides. Dirección de Asuntos Históricos de la F.A.A. Edición 2022
Hitos de Malvinas. https://www.argentina.gob.ar/fuerzaaerea/hitos-de-malvinas-linea-de-tiempo Recuperada 18.05.22


La mision de los Canberra en Malvinas: Bombardeos Nocturnos.

El Canberra surge ante una necesidad de la Royal Air Force de poseer un avión más veloz que el Gloster “Meteor”. El birreactor efectuó el primer vuelo el 23 de abril de 1950. A fines de 1970 nuestro país adquirió las versiones MK 62 y MK 64. 

Apenas ocho días después del desembarco del 2 de abril, desplegaron a la Base Aeronaval “Almirante Irizar”, en Trelew. Mientras tanto, en la imaginación de los mandos del escuadrón maduraba una idea: era necesario confundir los sistemas de guiado de los misiles ingleses por lo que debían encontrar un sistema de defensa que permitiera, al recio MK-62, sorprender a sus padres de manufactura. Y lo lograron...
Si los Harrier poseían chaff y bengalas, ¿porqué no los Canberra? El problema era doble pues nunca se había contado con estos elementos defensivos y había que conseguir los Chaff y fabricar los lanzadores. 
La Jefatura de Inteligencia proporcionó la frecuencia de emisión de los radares que utilizaban las fragatas misilís-ticas y la Armada, la correspondiente al control de tiro del Sea Dart, el Marconi 909, y los valores magnéticos e infrarrojos de la cabeza del misil. De esa manera, se determinó la longitud que debían tener las delgadas laminillas, el problema era cómo fabricarlas.

BAC MK-62 Canberra(B-109): Birreactor biplaza/triplaza de bombardeo táctico y reconocimiento aerofotográfico de origen inglés. Durante la guerra de Malvinas cumplieron 43 salidas siendo el único avión que realizaba misiones nocturnas. 


El jefe del escuadrón Técnico de la Base Aérea Militar Trelew, mayor Fernando Rezoagli regresó a Paraná para desarrollar el sistema y, en un relato personal, cuenta como convocó a su casa a los compañeros del colegio secundario del hijo y les entregó un rollo de papel aluminio y tijeras. Durante horas cortaron tiritas hasta reunir un considerable volumen que no alcanzó por lo que debió buscar otra forma más rápida y eficiente.

Surgió el ingenio argentino. Las laminillas tenían el ancho de un tallarín. En el pañol de la II Brigada había grandes rollos de grueso papel metalizado enviado por los ingleses, para cubrir el tubo de chorro y disipar calor. Sorprendido, el personal de la fábrica de pastas “Vía Nápoli” de la ciudad de Paraná, un día vio llegar a los hombres de la unidad con uno de los rollos, y su máquina cortadora fue la encargada de realizar la primera prueba.

Decidido el método, una cortadora de tallarines fue facilitada a la brigada y se comenzó el trabajo casi en forma industrial. En su dimensión longitudinal las tiritas fueron cortadas con tijeras, en grandes mesas, por personal femenino.
Mientras tanto, el comodoro Valenzuela trabajaba en el diseño de los lanzadores y en la preparación de bengalas aptas para los misiles guiados por rayos infrarrojos. Para los lanzadores se utilizaron los cartuchos de arranque de los aviones, colocados en un tambor horizontal con siete unidades que se ubicaban en la cola del avión, para lo que fue necesario agujerear el piso. A su pedido, Fabricaciones Militares desarrolló un grano de pólvora que se quemaba uniformemente a 500° C, temperatura algo mayor que la de la salida posterior de gases del Canberra.

En los cartuchos se colocaba primero la bengala con un paracaídas, luego se completaba su volumen con Chaff y finalmente una tapa plástica que sostenía todos los elementos para evitar que se cayeran. El iniciador eléctrico era el mismo de los cartuchos de arranque. Se conectó a los iniciadores con una manguera de cables que llegaba hasta el tablero del navegador donde estaban numerados los lanzadores de 1 a 7, cada uno tenía su llave de activación y una luz roja que indicaba que había sido disparado. Lógicamente, no se podía seleccionar Chaff o bengala, siempre se eyectaban los dos juntos. 

Se trasladó el equipo a Trelew, se probó el lanzador y las bengalas infrarrojas y, para el 1° de mayo, todo estuvo instalado. El piloto podía accionar el sistema cuando veía el misil, ya sea desde el lanzamiento, cuando la cubierta del buque se iluminaba por los fogonazos o cuando observaba, en la oscuridad de la noche, un halo con centro negro dirigiéndose hacia su avión.

Ese día, dos escuadrillas de tres aviones cada una, fueron enviadas a bombardear los buques que bombardeaban las posiciones en Puerto Argentino. La primera de ellas, indicativo “Ruta”, logró divisar al portaaviones HMS Invincible, su jefe advirtió el lanzamiento de un misil y, mientras realizaba un viraje a baja altura, lanzó sus Chaff. El proyectil se desvió, hizo impacto en el agua, detrás del avión aunque alcanzó a producirle algunas averías en la punta del plano que no impidieron su regreso a salvo. La segunda, con el indicativo “Rifle”, partió inmediatamente después que los “Ruta” y fue interceptada por Sea Harrier. En esta ocasión, los aviones ingleses lograron ubicarse dentro del alcance necesario para lanzar sus Sidewin-der y derribaron al Canberra tripulado por el teniente Eduardo De Ibáñez y el primer teniente Mario González quienes se eyectaron pero no pudieron ser rescatados. Así, el escuadrón sufrió las primeras bajas en el Batalla Aérea de Malvinas.

Esta primera experiencia, y el sistema de detección temprana establecido por la flota, el poderoso arsenal misilístico de las naves y las constantes Patrullas Aéreas de Combate para interceptar los ataques aéreos hizo que los Canberra, por sus características, no pudieran participar de los siguientes ataques a la flota.

Con los nuevos elementos, el escuadrón veló sus armas. Luego del desembarco inglés del 21 de mayo en San Carlos y afianzadas las tropas ingleses en el terreno, los Canberra fueron los elegidos para realizar misiones que ningún otro avión argentino estaba en condiciones de llevar a cabo: Bombardeos Nocturnos.


Los vuelos comenzaron el 26 de mayo. Durante cinco días, las tropas desembarcadas en San Carlos fueron bombardeadas, noche tras noche, por antiguas aeronaves que gracias a su nuevo sistema de defensa, se transformaron en indetenibles. El 31 se realizaría la última misión en esa zona porque, a las dificultades lógicas de este tipo de bombardeo, se sumaba la situación meteorológica de la zona – casi siempre adversa – todo lo cual hacía que los lanzamientos no tuvieran la exactitud deseada, y en el lugar se encontraba gran cantidad de prisioneros de guerra argentinos capturados tras la caída de Darwin.

A partir de ese momento, las tropas inglesas en los montes que rodean a Puerto Argentino fueron el objetivo nocturno de los Canberra y su efectividad fue tal que el almirante Woodward debió iniciar una acción imprevista que se llamó “Operación Cambelow”. Durante la noche, una fragata y un portaaviones se acercaban a las islas para poder lanzar sus patrullas aéreas de combate con la máxima anticipación posible en un intento de interceptar los bombarderos argentinos.

Esto tampoco detuvo a los tozudos hombres del escuadrón. Se acercaba el asalto final y aún así, todas las noches, los observadores de Puerto Argentino, podían ver los montes iluminarse de explosiones y sus almas asediadas no se sentían solas. En estas horas, la actuación del Escuadrón Canberra fue de gran importancia, no sólo por los daños y bajas que el poder de sus bombas causaba en el enemigo, sino también para levantar la moral de las tropas argentinas.

El último día de combate de la Fuerza Aérea Argentina, también tuvo como protagonista al Escuadrón Canberra. A las 21:30 del 13 de junio, dos aviones, matrículas B-108 y B-109, decolaron de Río Gallegos para apoyar el accionar de las defensas terrestres en Puerto Argentino. Al llegar al blanco, el B-109 pudo realizar su lanzamiento sin problemas pero, apenas hubo lanzado sus bombas el B-108, tripulado por los capitanes Roberto Pastrán y Fernando Casado, fue alcanzado por un misil que destruyó parte del avión. El otro había alcanzado a lanzar sus chaff y bengalas y logró regresar indemne a su base. Al día siguiente cesaron las hostilidades.

Cuando los prisioneros argentinos regresaron al continente, debieron llenar, por escrito, “Interrogatorios a Personal que participó en el Teatro de Operaciones Malvinas”. Uno de los puntos a completar era “Comentarios del Enemigo” y, al revisarlos, pueden observarse varias referencias al Canberra en las que se escuchó decir que debían haber sido renovados en su equipamiento por lo exacto de sus bombardeos y su accionar eficiente.

El sistema de contramedidas electrónicas, que había comenzado a tomar forma por el empeño de unos jóvenes adolescentes de Paraná probó su efectividad, a un punto tal que, los únicos dos aviones Canberra derribados fueron los que no pudieron lanzar los Chaff fabricados por la tallarinera ni las bengalas caseras.

Emilio Duca
Dirección de Estudios Históricos de la Fuerza Aérea.
Fuente: - Historia de la Fuerza Aérea Argentina - Tomo VI – La Fuerza Aérea en Malvinas.