Primer lanzamiento de un cohete en América del Sur

La historia de la astronáutica en Argentina es la crónica que engloba temas relacionados con la proyección, diseño, construcción y utilización de vehículos aeroespaciales argentinos. En la década de 1940 comenzaron en Argentina los primeros ensayos de cohetería.

En 1960 se iniciaron actividades espaciales en forma sistemática y experimentos conducentes a la puesta en órbita de satélites nacionales. Entre 1960 y 1985, la Argentina logró importantes hitos en su historia astronáutica, desarrolló sus propios cohetes y motores, fue el cuarto país en lograr llevar a ser vivo al espacio y retornarlo con vida a la tierra, tercero en lanzar cohetes desde la Antártida y uno de los primeros países sudamericanos en exportar tecnología de misilística.

En 1961 se dispara desde la Base Santo Tomé, Pampa de Achala, provincia de Córdoba, el APEX-A1-02 Alfa Centauro[1], para investigaciones meteorológicas. Los cohetes Centauro fueron dotados de motores a combustible sólido. El primero de ellos fue el Alfa Centauro, de una etapa, y posteriormente los Beta Centauro y Gamma Centauro, de dos etapas. El Alfa Centauro alcanza 20 kilómetros de altura, tiene 2,7 m de largo y 28 kg de peso. El Instituto de Investigaciones Aeronáuticas y Espaciales (ex Instituto Aerotécnico) dependiente de la Dirección Nacional de Fabricaciones e Investigaciones Aeronáuticas (DINFIA), dirigido por el Comodoro Aldo Zeoli, tuvo a su cargo la construcción y la ejecución de la experiencia.

Operación Matienzo 1965.

En el marco de la Operación Matienzo, planificada por el Instituto de Investigaciones Aeronáuticas y Espaciales (IIAE), cuyo objetivo es medir la radiación cósmica[2] mediante el lanzamiento de cohetes meteorológicos Gamma- Centauro, se disparan simultáneamente desde la Base Antártica Matienzo y el Centro de Experimentación y Lanzamiento de Proyectiles Autopropulsados (CELPA) Chamical, provincia de La Rioja, distantes entre sí 3900 kilómetros. La experiencia se concreta entre el 6 y 8 de febrero y convierte a la Argentina en la tercera nación en realizar una medición de radiación cósmica, detrás de los EE.UU. y de la ex URSS.

Los cohetes son propulsados al espacio por partículas que viajan a alta velocidad en un extremo. Esto les permite escapar de la gravedad. Miles de satélites artificiales orbitan la Tierra. Los satélites son usados para captura de imágenes, comunicaciones, entre otras funciones. Los satélites meteorológicos pueden captar más fenómenos que tan solo las nubes; pueden recoger información sobre el medio ambiente como las luces de las ciudades, incendios, la contaminación, auroras, tormentas de arena y polvo, corrientes del océano, etcétera. Las imágenes obtenidas por los satélites meteorológicos han ayudado a observar la nube de cenizas del Monte Saint Helens y la actividad de otros volcanes como el Monte Etna. 

Otros satélites pueden detectar cambios en la vegetación de la Tierra, el estado del mar, el color del océano y las zonas nevadas. En 2002, el derrame de petróleo del Prestige en el noroeste de España fue recogido por el satélite europeo ENVISAT que, aunque no es un satélite meteorológico, dispone de un equipo (ASAR) que puede ver los cambios en la superficie del mar.

El fenómeno de El Niño y sus efectos también son registrados diariamente en imágenes de satélite. El agujero de ozono de la Antártida es dibujado a partir de los datos obtenidos por los satélites meteorológicos.


La Sala General del Museo L.A.M. dedica un espacio para exponer la historia de investigaciones espaciales de Argentina.


[1]Con el Alfa Centauro la Fuerza Aérea Argentina comienza la etapa de desarrollo de cohetes sonda de combustible sólido, con el objetivo de ganar experiencia en el diseño, construcción y operación de vectores. Estabilizado mediante 4 aletas, el Alfa Centauro poseía una pequeña carga útil de 3 kg que incluia paracaídas de recuperación, ya que el instrumental era de registro directo. Registraba el tiempo de vuelo, la aceleración longitudinal, la temperatura interior de la carga útil, la presión estática y dinámica.

[2] Los rayos cósmicos, también llamados radiación cósmica, son partículas subatómicas procedentes del espacio exterior cuya energía es muy elevada debido a su gran velocidad.


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